Essaouira, enclave comercial entre Africa y Europa en el siglo XVIII, guarda su esencia de pueblecito pesquero, sus artesanos de madera y sus pintores. La medina de Essaouira mezcla los rasgos musulmanes con los restos de las colonizaciones europeas, dándole un toque distintivo y algo más coherente. Y todo ello terminando en el mar, donde sobresalen los bastiones y las murallas que protegían uno de los puertos más importantes de Marruecos.